En nuestra sociedad consumimos bebidas alcohólicas por distintos motivos; por costumbre como en los países latinos o germanos donde se bebe vino o cerveza con moderación en muchas comidas; por conveniencia social en fiestas, reuniones o sesiones de trabajo, pero sin que estos hábitos puedan llegar a considerarse como alcoholismo.
El alcohol es un estupefaciente, el nombre con que se designan a las sustancias que entran rápidamente en las células nerviosas y tiende a paralizarlas. Pero los estupefacientes, antes de paralizar las células nerviosas, las estimulan dejándolas en un estado de excitación. Así pues, el alcohol actúa en principio como estimulante.
En primer lugar, el alcohol que tomamos baja al estómago. Del estomago pasa a la sangre, que lo transporta por todo el organismo hasta el cerebro, donde hace su efecto. Como todas las sustancias contenidas en la sangre, el alcohol pasa también por el hígado, que es el filtro que elimina las impurezas de la sangre.
La tolerancia a las bebidas alcohólicas varía según las personas en función de la resistencia de sus células nerviosas, lo ideal está en que todos conozcamos nuestro nivel de tolerancia con el fin de no sobrepasarlo nunca.
Si bebemos alcohol en pequeñas cantidades, el hígado lo elimina todo y no notaremos efecto alguno. Si, por el contrario, lo tomamos en mayor cantidad de la que el hígado es capaz de eliminar, el alcohol se acumulará también en él y a la larga lo destruirá. La destrucción del hígado se denomina “cirrosis hepática” y es una enfermedad mortal que acecha a los bebedores crónicos.
¿Cómo afecta el alcohol al cerebro?
El primer efecto es una sensación de estimulo. La acción y el habla parecen acelerarse. La piel enrojece, la presión sanguínea se eleva, el corazón late más de prisa y la respiración se acelera.
Pero el alcohol produce en seguida un efecto depresor sobre el cerebro. La capacidad de observar, pensar y prestar atención queda disminuida y dado que las funciones superiores del cerebro están paralizadas, se pierde el control de los estados de ánimo.
Otro importante efecto del alcohol es que elimina las inhibiciones. Nuestro cuerpo está dotado de unas fibras nerviosas llamadas “fibras inhibidoras” que actúan como frenos del sistema nervioso. Las inhibiciones son el resultado de la educación y preparación, y nos convierten en personas disciplinadas y civilizadas.
Bajo la influencia del alcohol, estas fibras inhibitorias quedan paralizadas. Nuestro control disminuye, nuestro juicio se hace confuso y pronto decimos y hacemos cosas que jamás haríamos en estado normal. Cuando esto sucede, se dice que el alcohol ha provocado un estado de embriaguez.
Dado que el primer efecto del alcohol es estimulante, si lo ingerimos en soluciones poco concentradas seguirá actuando como estimulante en vez de estupefaciente.
El alcoholismo, o abuso de bebidas alcohólicas, puede producir graves males en la salud física del individuo y también de sus hijos, los cuales pueden nacer con graves malformaciones.
0 Comentarios