▶ ¿Qué Es Una Perla? ◀

Collar de Perlas

Entre las piedras preciosas de que disponemos en este mundo, la perla es absolutamente única. Esto se debe al hecho de que se forma enteramente dentro de un ser vivo.

Las perlas se forman en moluscos bivalvos (almejas, ostras, mejillones) de varias especies por la secreción de una sustancia conocida como nacar alrededor de un irritante en el tejido externo (manto) del organismo, o entre el tejido externo y la cocha.

Todas las especies de bivalvos son capaces de producir perlas, pero sólo unas pocas pueden secretar un recubrimiento nacreoso que produzca perlas con la misma belleza de una gema.

Las perlas están hechas del mismo material que forma la madreperla, el tejido que recubre por dentro el caparazón de la ostra. El cuerpo de este animal es muy delicado y para protegerse, la ostra genera este tejido, que le proporciona una superficie lisa donde reposar.

Cuando un objeto irritante, como un grano de arena, se instala en el interior del caparazón, la ostra lo cubre con una capa tras otra de esta madreperla, el nácar. Con el tiempo, esta impureza rodeada de nácar será una perla.

Cuando este proceso tiene lugar naturalmente, la perla suele poseer una forma perfecta. Sin embargo, las perlas así conseguidas son muy escasas y el hombre ha aprendido a ayudar a la ostra a fabricar la perla.

Hay esencialmente tres tipos de perlas: naturales, cultivadas e imitaciones. Una perla natural se forma cuando un irritante se dirige a una especie particular de ostra, mejillón o almeja. Como mecanismo de defensa, el molusco secreta un líquido para cubrir al irritante. Capa tras capa de este revestimiento se deposita en el irritante hasta que se forma una perla lustrosa.

Las perlas pueden provenir de agua salada o agua dulce. Por lo general, las perlas de agua salada tienden a ser de mayor calidad, aunque hay varios tipos de perlas de agua dulce que se consideran de alta calidad también. Las perlas de agua dulce tienden a ser de forma muy irregular, con una apariencia de arroz hinchado la más prevalente.

Habitualmente, se pescan las ostras, se abren, se les inserta un poco de arena o una punta de nácar entre el caparazón y la piel externa de la ostra y se sueltan en el mar otra vez. A los dos o tres años, cuando se sacan de nuevo y se abren, se encuentra en su interior una perla a la que llaman cultivada y que no suele ser tan perfecta como la natural.

Las perlas naturales varían en tamaño y luminosidad. Pueden crecer en una variedad de formas y tamaños simplemente porque son salvajes. Las perlas cultivadas tienen algunas de las mismas cualidades, pero con mayor frecuencia tendrán una forma y un tamaño uniformes. También se pueden teñir o blanquear para lograr un color y brillo diferentes.

En países como Japón, se han logrado unas perlas cultivadas perfectas, colocando la sustancia irritante justo en el cuerpo del animal. Este proceso es un verdadero acto quirúrgico que precisa de gran cuidado y delicadeza, pues debe mantenerse viva la ostra. Con todo, es una operación que compensa el esfuerzo.

Los buceadores de perlas, casi desnudos y con unas pinzas en la nariz, descienden por una cuerda hasta casi 30 metros y permanecen en el fondo durante casi un minuto. Recogen todas las ostras que pueden y las colocan en boyas flotantes. Naturalmente, en ciertas partes del mundo se trabaja ya con toda clase de moderno material de inmersión, permaneciendo horas bajo el agua.

La mayor perla que se ha encontrado tenía cinco centímetros de largo y 10 centímetros de perímetro. Dado el altísimo valor de las perlas naturales, la mayoría de personas en el mundo utilizan las cultivadas.

En España por ejemplo se hacen unas perlas artificiales muy hermosas; para ello, se rellenan unos moldes de cristal huecos con una sustancia procedente de las escamas resplandecientes de ciertos peces. En el centro se coloca un poco de cera y todo el conjunto se pule con gran cuidado. Resulta muy difícil distinguir estas perlas artificiales de las auténticas.

Perlas


Las zonas mas importantes dedicadas a la pesca de perlas se encuentran dispersas en Asia, Oceanía y el este de África. Las pesquerías de Ceilán y las de Persia son las que se conocen de más antiguo, de las primeras habla el historiador latino Plinio el viejo y las segundas gozaban de mucha fama en tiempos de Alejandro Magno. A principios del siglo actual la flota persa era la más numerosa y durante la estación de la pesca de perlas, el verano, se empleaban más de diez mil embarcaciones y de treinta mil hombres.

En 1906 se fundó una industria basada en el empleo de rayos X que dictaminaban el estado de la perla en el interior de la ostra. Se podía saber su tamaño en aquellas que la contenían y no hacía falta abrirlas para saber las que estaban vacías. Con este procedimiento se ahorró mucho tiempo, las perlas de gran tamaño se recogían y las que no estaban aún desarrolladas se devolvían al mar hasta que tuvieran el tamaño adecuado.

Cuidado y limpieza de las perlas


Las perlas son materiales frágiles; pueden ser fácilmente rayados y pueden ser dañados por productos químicos agresivos o incluso la transpiración.

Almacene las perlas en recipientes separados para que no sean rayadas por otras joyas. Las perlas deben ser colgadas en hilos de seda anudado; el hilo de nylon es demasiado áspero y puede desgastar el agujero de ensartado. El anudado logra dos cosas: evita que las perlas desgasten excesivamente el agujero de ensartado y también evita que las perlas se pierdan si el hilo está roto.

Si usas mucho tus perlas, hazlas descansar cuando el hilo muestre signos de estiramiento y las perlas puedan moverse entre los nudos. Para limpiar rutinariamente las perlas, límpielas con bolas de algodón humedecidas con agua. Evite cualquier tipo de sustancias químicas. La capa de nácar se compone de carbonato de calcio que es un químico muy soluble. Si tus perlas están muy sucias, llévalas a un joyero para limpiarlas. Evite rociar spray para el pelo o perfume en perlas y límpielas si transpira sobre ellas.

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