Las bacterias son las criaturas más extendidas en el mundo. Todo lo que tocamos y hasta cada bocanada de aire que respiramos, contiene millones de bacterias. Alrededor del 80% de ellas son inofensivas, un pequeño porcentaje es incluso útil para el hombre y una parte, también pequeña, resulta perjudicial para el ser humano.
Dado que el hombre ingiere continuamente bacterias de todo tipo, es evidente que nuestro organismo establece con ellas una especie de relación “de trabajo”.
Nuestro cuerpo mantiene colonias de bacterias y a cambio estas realizan funciones útiles, como ayudar a descomponer los alimentos.
Pero qué sucede entonces cuando las bacterias que entran en el organismo son perjudiciales?
Por ejemplo, las bacterias de la difteria producen un peligroso veneno llamado “toxina de la difteria” que se extiende por todo el cuerpo a través de la sangre. Existen otras bacterias que también pueden producir venenos en nuestra sangre, aunque no tan peligrosos como el de la difteria.
Cuando sucede esto, nuestro cuerpo genera sustancias para luchar contra estos venenos o toxinas; a estas sustancias se les denomina anticuerpos. Ciertos anticuerpos específicos que se producen para luchar contra las toxinas de las bacterias son conocidas por “antitoxinas”.
Las antitoxinas tienen la propiedad de anular todos los efectos perjudiciales producidos por las toxinas.
Cada anticuerpo es específico para la sustancia o toxina que motiva su producción. Es como si el cuerpo contara con una gran fuerza de policía: en cuanto entra algún extraño peligroso, un policía se enfrenta a él y le acompaña para asegurarse que no haga daño.
Sin embargo, el organismo no produce anticuerpos suficientes para detener todas las bacterias perjudiciales que entran en él; para combatir muchas enfermedades, los médicos utilizan entonces sueros que contienen las antitoxinas necesarias.
En los casos en que los glóbulos blancos y los anticuerpos de nuestros organismo no consiguen acabar con los agentes patógenos o microbios, hay que suplir esta deficiencia acudiendo a ayudas externas: los antibióticos y los sueros antitóxicos, principalmente. Los antibióticos más útiles en medicina son los siguientes:
Penicilina: descubierta en 1929, el primero en conocerse. Se emplea para combatir Gonococos, espiroquetas de la sífilis.
Estreptomicina: aislada en 1944, es muy activa contra la tuberculosis, infecciones urinarias, ciertas clases de meningitis, fiebre de malta, Etc.
Cloranfenicol o Cloromicetina: descubierto en 1947. Muy eficaz contra el tifus exantemático, meningitis, infecciones urinarias, neumonías, brucelosis y ciertos virus.
Aureomicina: aislada en 1948. Eficaz contra la peritonitis, neumonías, brucelosis, infecciones urinarias, etc.
Terramicina: descubierta en 1950. Sus efectos son equivalentes a los de la Aureomicina.
¿Te
ha sido de utilidad este artículo? No olvides compartirlo en las redes sociales!
0 Comentarios